Nuevos comienzos

Monitor Central les da la bienvenida en esta nueva etapa en la que espero poder postear algo... Semanalmente estaré subiendo lo que lea, lo que adquiera, lo que vea, lo que creo y pedazos de lo que escribo. Espero sea así. Y recuerden...

Mi patria es mi biblioteca, es una patria pesada, pero por lo menos es una patria que se mueve. Rodrigo Fresán

Friday, April 09, 2010

Lolita...


Para mí, Lolita es una de esas novelas-embrión; con cada lectura mejora y va creciendo y logro apreciar más su belleza, picardía y eso que Alan Pauls llama "despresurización": el como contar un tema abyecto (la infatuación pedofílica del Profesor Humbert Humbert con la doceañera Dolores Haze) mediante un lenguaje sublime, poético. Para otros todo lo que aquí digo podrá sonar ingenuo y, aclaro, no me considero ningún experto, ni mucho menos tengo los estudios, sólo la experiencia, pasión y entusiasmo del aficionado, pero ésta es una de las tantas lecturas que puede tener la novela. También surge la pregunta ¿por qué, entonces, no tratar un tema sublime con un lenguaje sublime? Nabokov contesta en su nota al final de la edición que ahora sostengo: "pertenezco a esa clase de autor que al empezar a escribir un libro no tiene otro propósito que librarse de él". Y pasa que Lolita, como toda inspiración, es producto de un hecho fortuito que, incluso, tuvo una versión inicial con algo de justicia poética para el perverso Humbert Humbert. Como si cada libro fuera la malcriadez de una neurona, molesta e inestable que nadie sabe como manejar y que de este modo se aconducta; escribiendo de algo que se mueve muy adentro y que es incontrolable (surgen así frases manidas como catarsis, exorcismo y terapéutico, siendo mi preferida ésta última).
Bajando mi entusiasmo y siguiendo mis reflexiones; Nabokov logra yuxtaponer como en el cine un asesinato narrado por una voz en off ligada a los pensamientos posteriores al hecho, creando así una interacción dispar entre un hecho frívolo y la altura del lenguaje, entre el tiempo real y la reflexión suntuosa; que dejan como resultado una ironía y humor negros de una elegancia de caballero petulante y sinvergüenza.
Por otra parte, es una road-novel, sin el beat de los beats estilo Kerouac, si no más bien al ritmo de música barroca, llenísima de acertijos autorreferenciales y de juegos literarios dignos de los entendidos. Cínica y exquisita. Una novela de amor, de motel y circular; en ese gran territorio elíptico de los Estados Unidos, donde cada motel es el mismo, cada cancha de tennis, con carreteras con vida propia y con bastante recorrido por toda la literatura.

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