Nuevos comienzos

Monitor Central les da la bienvenida en esta nueva etapa en la que espero poder postear algo... Semanalmente estaré subiendo lo que lea, lo que adquiera, lo que vea, lo que creo y pedazos de lo que escribo. Espero sea así. Y recuerden...

Mi patria es mi biblioteca, es una patria pesada, pero por lo menos es una patria que se mueve. Rodrigo Fresán

Thursday, December 29, 2005

Don Quijote de la Mancha, homenaje a 400 años de una historia vigente.

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra y el mar encubre; por libertad así como por la honra, se puede aventurar la vida y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.

Finalizando este año, queda terminarlo como se lo merece, rindiendo un homenaje a la obra magna de literatura española, el antes y después de lo que se conoce por el arte de la prosa novelada, el portal imaginativo que es lo que hoy nos apasiona en cada página de cada escritor: los derivados actuales de este género literario; la generación de nuestra sonrisa.
Y es que este año se cumplían los 400 años de la obra perenne de literatura española: Las aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, una obra que no admite críticas, sino sólo homenajes, por lo tanto me abstendré de los primeros, seré discreto en los segundos y daré una breve perspectiva de la mágica y jocosa lectura que es inmiscuirse en las páginas de este libro.
¿Dónde reside la magia perdurable de esta obra? Ya hace cuatro siglos el que don Miguel publicó su libro y aún mantiene una vigencia poderosa: la figura idealista, capaz de soñar y guardar la esperanza propia, de que siempre que uno crea en lo que son sus convicciones estas pueden ser totalmente reales y por ellas se puede morir, amar, pelear y sentir la derrota: aunque sean la idea de un loco; pero que sería del mundo sin los locos: una línea recta, interminable, rígida y fría. Por un lado en la obra reluce la figura de don Quijote, con la hipérbole de los valores individuales, que en el fondo trataba de rescatar, los guiños perfectamente logrados a la iglesia, a las costumbres, todos estos eventos teñidos de una bondad y una elocuencia logrados de manera maravillosa por un uso prodigioso del, aquel entonces, incipiente idioma español. Y qué decir de Sancho Panza, una de las almas más nobles que ha dado la literatura: jocoso, elocuente, también, con dejos de una inmensa sabiduría pueblerina recargada de detalles, de refranes y frases pícaras magnificas para un hombrecillo que empezó formando una pareja dispareja y que actualmente son considerados un matrimonio consagrado.
Me iba a desgranar hablando de las “celebraciones” del año Quijotesco en el país, pero no quiero entrar en lo negativo y simplemente remitirme a, como dijeran de la Historia de la Revolución Francesa de Lamartine y que aquí encaja perfecto: “la fuente de la que beberán las generaciones siguientes”. El Quijote es en sí la Biblia iniciática del idioma español, la piedra Rosetta de lo que actualmente es el código castellano que ha sido guardado por la España y desarrollado tan brillantemente por los agregados latinoamericanos.
La muerte de Don Quijote al final de la historia es la muerte de un poco de nosotros mismos, mas, es el inicio de toda una serie de pensamientos que no dejarán de acompañarnos por el resto de nuestra vida. Continuarán perpetuados en nuestras mentes el anhelo vehemente por un ideal, la risa pasajera, el humor, el compañerismo, del viento sabroso de una historia, escrita a una mano, por el Manco de Lepanto.