Monday, September 22, 2008
Se fueron dos grandes
Tuesday, September 02, 2008
Infinite Jest
Compleja curiosidad, cómica infinidad.
Infinite Jest, David Foster Wallace
1996
Back Bay Books
1079pps
special tenth aniversary edition
Ayer terminé Infinite Jest, la Broma Infinita.
Dos meses, 982 páginas de novela, 97 de notas y errata, tres libras de peso, muchas horas frente a un diccionario y carcajadas sobre una novela que han comparado con El Arcoiris de Gravedad de Thomas Pynchon, algo de Gaddis o un Ulysses de fin de milenio por su densidad.
Pero IJ, a diferencia de esas otras contrapartes cósmicas, sí es legible, leíble, increíble y a la vez extremadamente cómica, conmovedora por momentos y casi sádica por párrafos para terminar haciéndonos reír otra vez, sentados frente a este Entretenimiento que ya tiene 12 años de ser leído y estudiado. Infinite Jest es la obra de alguien que puede hacer todo al mismo tiempo y a la vez mantener el juego sencillo. Un lenguaje fino, medido, utilizando la palabra certera frente a la situación certera: desde términos médicos hasta las largas explicaciones de cada tipo de droga que abundan en la novela, ya sean el alcohol, el Qualude, una mujer deformada y dropdeadgorgeous, la gramática, el tennis o esa extraña película que es la suma de toda esa búsqueda (la de la felicidad en el sueño americano); el Samizdat, el Entretenimiento, la obra póstuma de James Orin Incandenza: Infinite Jest.
Situada en dos universos distintos que poco a poco parecen tener más en común que el que los primeros capítulos de la novela nos predicen: la Enfield Tennis Academy y la Ennet House Drug and Alcohol Recovery House. La primera, regida por la disfuncional y adictiva familia Incandenza: El difunto doctor James: alcohólico, jugador de tennis, doctor en óptica, cineasta independiente y admirador de Bresson, quien se suicidara metiendo la cabeza en un microondas inmediatamente después de terminar IJ, su esposa Avril Mondragon Tavis Incandenza canadiense, maníaco-compulsiva y promiscua. Sus tres hijos: Orin, ex jugador de tennis sin futuro en el Show quien por casualidades del destino queda siendo punter del equipo de Phoenix, Mario, completamente deforme y el único seguidor de la carrera cinematográfica de su padre y que actúa como testigo único de casi todas las partes de la novela y el menor, Hal Incandenza, joven promesa del Tennis, depresivo, marihuanero de mente brillante y memoria eidética.
La segunda, desde el punto de vista de la figura gigantesca de Don Gately, ex adicto al Demerol y enamorado perdidamente de A.K.A Madame Psychosis, A.K.A The P.G.O.A.T (prettiest girl of all time), A.K.A Joelle Van Dyne, A.K.A Joelle Van D. cuyo verdadero nombre es Lucille Duquette, la musa del fallecido doctor Inc. y protagonista de la IJ, la mujer que usa un velo eternamente ya que una sola mirada a su cara causa una adicción completa y la muerte días después por inanición y locura.
Y sí, el mito de la mujer-muerte es algo que plaga toda la novela, Medusa: el cuerpo ajeno como última búsqueda de la felicidad y a la vez de la muerte. Está en los filmes del Dr. Inc, en la relación que su hijo mayor Orin llevara con la misma Madame Psychosis. En su sola presencia en el Entretenimiento como fuente de la adicción suprema, en el nombre de la droga más poderosa que irónicamente usan los estudiantes de la E.T.A, en los sueños que Gately tiene mientras está internado en el hospital.
En la época de la novela, un futuro en 1996, bastante parecido al ahora del internet, los reality shows y drogas de diseño, un futuro en que Canada, EUA y Mexico se encuentran unidos en Interdependencia, su política es el experialismo y su presidente un antiguo Frank Sinatra de poca monta, tan obsesionado con la limpieza que ha creado en el área de lo que era New England un inmenso basurero llamado la Gran Concavidad donde existen bebés de tamaño jurásico, Hamsters salvajes y una inmensa flora capaz de hacer desaparecer a cualquiera, donde un culto de rastafaris peregrinan hacia estos seres mutantes y nunca regresan. La razón de ser de la Gran Concavidad: un basurero gigante, cuya putrefacción genera energía mediante fusión anular (inventada también por el doctor JOI)que es algo así como la basura alimentando basura para crear basura que crea energía. El cual es otro de los temas del libro: la negación de conceptos unos entre otros: las distintas “razones” de la adicción de los residentes de la Ennet House, los distintos tipos de jugadores de Tennis; para alcanzar esa estabilidad que es a Pynchon la entropía y que para DFW no es nada más que la anulación, un cero estable que es el equilibrio de este mastodonte capaz crear interrogantes por 100 páginas, pero posteriormente explicártelas en una nota al pie, o con una presentación de títeres o en una de las conversaciones políticas entre un agente travesti de algo parecido a la CIA, llamada la Oficina de Servicios Sin Especificar y un terrorista de Quebec miembro de los Asesinos en Silla de Ruedas.
IJ me quedó como un secreto superado (la tuve un año en el librero, con temor y reverencia, a la espera de leerla) y posterior síndrome de abstinencia que crean este tipo de obras y autores, virtuosos conductores de una máquina sinfónica de letras, sonidos mentales e imágenes salidas de algo tan abstracto como el papel.
Entertainment is blind
Infinite Jest, pp-299
Thursday, June 19, 2008
LOS DETECTIVES SALVAJES, ROBERTO BOLAÑO
Nocturno desértico.
Los Detectives Salvajes, Roberto Bolaño
1998
Editorial Anagrama
609pps
sexta edición
Latinoamérica necesitaba desde hace años una novela canónica de la carretera, un On the Road trigueño que sólo la vastedad mexicana podía dar, que levantara el polvo de las últimas tres décadas y le diera algo a la generación de escritores de fin de milenio: la que esperaba mucho y terminó recordando el pasado, mirándose en un espejo de hace 30 años para saber lo que tenía que hacerse en el 2001.
Y esta generación se vio reflejada en Los Detectives Salvajes.
¿Qué son los Detectives Salvajes? La leyenda ganadora de los premios Herralde, Rómulo Gallegos, etc, de la que por primera vez leí en una pequeña nota de un “gran periódico”: humilde, mínima como los poemas que nunca aparecen en toda la novela y la literatura muy poco mencionada, que no hacen falta, ya que cada capítulo vale por cien. La leyenda de un escritor leyenda al que una enfermedad hepática se lo llevara “justo en el momento”, cuando parecía no dar más pero dio todo y es todo lo que necesitamos.
Los Detectives Salvajes es la hora de la verdad de un grupo poético en el México de los setentas: los Real Visceralistas y más que todo la de sus dos líderes Arturo Be(o)lan(ñ)o y Ulises Lima, que en el inicio y final de la novela son retratados por el muy coming of age personaje de Juan García Madero, acompañados de una prostituta D.Feña a la búsqueda de sus precursores en el México posrevolucionario de los 30, en específico de la líder de este movimiento, la creadora de poemas gráficos Cesárea Tinajero.
Y es una novela en la que hay (tomemos aire): austriacos paranoicos con una bomba atómica israelí, abogados obsesionados con la terminología latina, ciencia ficción intercalada, tests de poesía clásica, “desviaciones sexuales” que terminan siendo sexo típico, poemas y acertijos gráficos, pintura, tentativas de atentados contra Octavio Paz, sobrevivientes un-poco-raras de Tlatelolco, una larga noche de copas y revelaciones en el apartamento de Amadeo Salvatierra, un trip de mochileros por el área vinícola de Francia, asesinatos y asaltos en Viena, terrorismo norafricano (una de las mejores partes del libro) duelos a punta de florete en una playa de Barcelona, arquitectos de hospital psiquiátrico, teorías de la conspiración en base a un poema de Rimbaud, tiroteos en puteros de provincia, vida doméstica de burgueses venidos a menos y un final que no esperamos y que termina siendo el mejor y más abierto como una ventana abierta que cierra un círculo y abre un camino y vamos por él hasta encontrar el desierto de Sonora, un portal a muchos cadáveres sin descifrar que serán los miembros de la subsiguiente novela-mastodonte: 2667.
La novela total ya traducida al inglés (Farrar, Strauss and Giroux) y pendiente en mi mesa para relectura dominguera, ya que cada mosaico de esta obra es un tiempo de vida, un modo de verla y otro modo de lectura. Por su sencilla variedad repartida llega a la complejidad de novela mutante, con un escritor mutante en el que cada nuevo capítulo es una personalidad nueva. Meterse en otros zapatos, digamos mejor botas, y empezar a caminar más rápido, levantando más polvo, montarse en un Impala y buscar un dibujo que sea un fin silencioso para una novela estridente.