Nuevos comienzos

Monitor Central les da la bienvenida en esta nueva etapa en la que espero poder postear algo... Semanalmente estaré subiendo lo que lea, lo que adquiera, lo que vea, lo que creo y pedazos de lo que escribo. Espero sea así. Y recuerden...

Mi patria es mi biblioteca, es una patria pesada, pero por lo menos es una patria que se mueve. Rodrigo Fresán

Monday, September 22, 2008

Se fueron dos grandes

Hago espacio esta semana para dedicar unas palabras a dos personas que fallecieron hace poco:
Richard Wright y David Foster Wallace.
El primero, tecladista de Pink Floyd quien falleciera en Londres, luego de una "corta batalla contra el cáncer". El miembro más tranquilo de la banda, arquitecto de texturas. Un día antes mi mamá me había enseñado un periódico nacional en el que el rey de Suecia les otorgaba el premio Polar a  la banda; por primera vez en años veía a Waters y Gilmour juntos, aunque fuese de espaldas, recibiendo un premio por contribuciones artísticas, esa summa que representa muchas cosas más allá de una portada más de un CD, esa obra completa e íntegra que siempre fue  la de P.F.: tramas operísticas, letras existenciales, poesía astronómica. Extrañaremos mucho a R.W.
Toca por nosotros el gran concierto en el cielo.

De David Foster Wallace no me perdono el haber visto las necrológicas tan tarde, hasta ayer en la noche. Justo antes de terminar la biografía oral de otro escritor (el también suicida Hunter S. Thompson) me entero de que DFW se había ahorcado en su casa en California, después de años de lidiar con la depresión. Y los recuerdos en estos momentos hacen de homenaje. Hace dos semanas, después de estar en mi casa con una lesión en una rodilla gocé las últimas páginas de Infinite Jest, e hicieron todo más fácil, su enciclopédica novela, la cual el mismo Wallace consideraba muy triste, me llevó de la mano por dos meses, por todos los estados de conciencia, con ese efecto expansivo que queda siempre después de las novelas titánicas: flashbacks diarios de partes de la novela, efectos residuales de escenas literarias que terminan volviéndose fantasías cotidianas. Nos queda leerlo, nos queda oírlo, verlo en ese panteón cibernético del YouTube. Nunca nos llegó una última novela que esperábamos desde hace diez años, no habrá más ficción, no más diversión. Un vacío real e infinito.

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