Nuevos comienzos

Monitor Central les da la bienvenida en esta nueva etapa en la que espero poder postear algo... Semanalmente estaré subiendo lo que lea, lo que adquiera, lo que vea, lo que creo y pedazos de lo que escribo. Espero sea así. Y recuerden...

Mi patria es mi biblioteca, es una patria pesada, pero por lo menos es una patria que se mueve. Rodrigo Fresán

Thursday, March 18, 2010

El valle de las muñecas no glamourosas.


Inland Empire es difícil.

Inland Empire es divertida sin serlo.

Inland Empire es pasar estados conscientes a otros más inconscientes, es fluctuar entre las varias capas de la anti-estética de los sueños-pesadillas recurrentes, sólo para despertar a una realidad que en su

supuesta normalidad es más absurda de lo que tu cerebro es capaz de fabricar mientras duermes. Es una comedia dead-pan, musical retro-campy-porrista-porno y es a la vez las muchas cosas que son clichés en Lynch y que retoma en el tema del suburbio, de la microciudad, sus ideas cruzan de una frontera a otra entre esas mismas capas: un conejo a la Donnie Darko, a la Harvey, a la Resnais que sale y entra y desaparece por una puerta barroca en una mansión que ya no son las cabañitas montañesas de Twin Peaks o los moteles de Lost Highway.

Lynch en ésta se ha vuelto más artesano, los colores pasteles han sido graduados ahora en los pixeles y sombras y texturas que generan las cámaras SD, tecnología digital light con la que se filmó esta cinta. Laura Dern vuelve, mayor, con esa voz de sutil ingenuidad como la de Betty en Mulholland Dr., atrapada con un marido celoso, mafioso escondido y paranoico con una de esas miradas tipo Kubrick, y el otro protagonista: Justin Theroux, alter ego de Lynch como lo fue Kyle McClaclan, un actor emergente y desgraciado con la misma actitud de Philip Marlowe como en su papel anterior haciendo de director de cine.

Inland Empire es muchas cosas. Retoma durante sus 3 horas las constantes obsesiones del director, y qué es una película sin obsesiones. Historia dentro de historias dentro de historias: una película maldita que parece acabar con todos los involucrados, polacos traficantes de blancas, prostitutas asesinas, las calles de L.A. Un boulevard de sueños no rotos, sino alternativos, que bien puede ser otra película que trata de casas extrañas, artistas malditos y entierros de chimpancés a media noche: Sunset Boulevard.

No sé si sea su obra maestra, pero es una maestra para otras obras de un cine povera que debe parecerse mucho a la estética dura de las películas de Pedro Costa. Y qué puede seguir después de esto, reinvención tras reinvención, pescando el gran pez, en un mar de creatividad que parece extenderse cada vez más allá de esa dimensión conocida de sus obsesiones.

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