
Lush Life, Richard Price.
¿Qué mueve desde un inicio a esos personajes de Lush Life? Al detective Matty Clark y al padre de la víctima, Billy Marcus. Qué los mueve con esa manía que sólo un golpe de suerte puede dar, un golpe como un crimen o como el encontrar al asesino que desde un principio el lector sabe quién es. Un niño busca a un padre y dos padres buscando a hijos de los que nunca se ocuparon, y que de alguna manera sutil, unidos en sus tragedias, crean una solidaridad tácita, de dolores y frustraciones ocultas.
Lush Life es el asesinato de Ike Marcus por un chiquillo "X" en una calle del Lower East Side, el lado hip, bohemio de Nueva York, cercano a ghettos; una maraña social y étnica producto de la gentrification: un barrio de inmigrantes judíos, luego barrio de latinos y chinos y ahora la sucursal de los restaurantes fusión, sex shops, poetry and comedy stand-ins, donde todos son artistas emergentes, todos tienen planes y todos son jóvenes. Es en este ambiente donde Eric Cash (alter ego del autor, judío quien se vuelve a mudar al barrio de sus abuelos con esas ínfulas de orgullo del típico soy-del-barrio) y es un personaje antipático, confundido, buscando sus cinco minutos de fama producto del asesinato de un tipo que trabajaba como bartender en el restaurante donde el actúa como manager; levantándose después de haber metido la pata varias veces, de haber fracasado al borde de la fortuna y de saber que, llegando a los cuarenta, su horizonte es más estrecho: un destino-glaucoma.
Y Price (guionista de The Wire), tiene poetas en los puertorriqueños, chinos y negros que hablan en esta novela. Un reto a la gramática y al osado traductor español que, ya me me imagino el desastre que habrá hecho digiriendo y vomitando esta novela en un idioma hostil a este slang de pronombres invertidos, neologismos y distintos matices étnicos, como pasó con otra gran novela que tuve la desgracia de leer en español: Trainspotting....la traducción la hacía más ilegible que leerla en original...En fin, traductor-traidor, como dice Javier Marías. Price se esmera con los diálogos pulidos en su salvajismo urbano, directos e intercalados por referencias poéticas al perfil del High-Rise, lo gris del cielo, lonas sobre los vestíbulos de los edificios narrados con la palabra justa, económica como un diálogo de policía. Como esos personajes de Dickens:cierras el libro y no dejas de pensar que la detective Yolonda Bello es tu vecina, encantadora y efectiva en sacar una confesión; a Matty Clark en cualquier bar buscando un one-night-stand.
Se puede sentir el olor a asfalto mojado, a las patrullas hediondas a café con donuts, sudor y ojos rojos de no dormir. A todos los mueve una adicción, obsesión, pasión o frustración. La sensación vacía de querer resolver todo cuando, sabes, ya es muy tarde. Así termina la novela, con una pizca de decepción y esperanza, un leve atisbo de, sino mejor, más estable futuro.